¿Crees que por tener un día complicado, por haber hecho mucha actividad física o porque estás comiendo sano te mereces algo dulce? Estas y otras razones no justifican que comas algo dulce. Ni mucho menos que lo hagas habitualmente.
Sí, en principio, parece tener sentido pensar que te mereces algo dulce como premio o como forma de contentarte cuando lo estás pasando mal. Y es verdad que en muchos aspectos de nuestra vida, un buen comportamiento tiene recompensa, en forma de un pequeño capricho, bien sea una pegatina en la guardería, o un bono en el trabajo. Así que es normal emplear esa misma lógica para la comida.
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¿Por qué crees que te mereces algo dulce?
“He tenido un día complicado…”
“He entrenado toda la semana…”
“He comido verdura y pollo o pescado a la plancha cada noche …”
“Me lo merezco”
En principio, parece tener sentido. Y es verdad que en muchos aspectos de nuestra vida, un buen comportamiento tiene recompensa, en forma de un pequeño capricho, bien sea una pegatina en la guardería, o un bono en el trabajo. Así que es normal emplear esa misma lógica para la comida.
Pero, no es y no puede ser igual…
Empecemos por lo de “he tenido un día complicado… me merezco algo dulce, ¡chocolate!”. Un día complicado supone un estrés superior a lo normal y algo dulce es una recompensa adecuada a ese esfuerzo. ¿No?
El problema está en calificar o etiquetar determinadas comidas como buenas o malas y que la solución a un día malo sea permitirte la indulgencia de comer chocolate o algo dulce, ya que normalmente resistes la tentación y no lo haces.
En el momento en el que moralizas, tus elecciones de alimentos creando categorías en tu mente en las que algunos alimentos son buenos y otros alimentos son malos, esto también alimenta una creencia inconsciente de que los malos alimentos son realmente los más satisfactorios.
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¿Entiendes cuál es el problema?
Al plantearte si te mereces comer un alimento específico en un momento determinado, estás incentivando esa misma mentalidad absurda que te lleva a desear intensamente ese alimento (una recompensa) como respuesta al estrés. En decir, moralizar tu comida es tirarte de cabeza a comer emocionalmente.
Cuando te preguntes: «¿Me merezco esta comida especial hoy?». Recuerda que te mereces una comida especial siempre y que esta no es la pregunta correcta.
Mejor pregúntate: ¿Qué necesita mi cuerpo? O mejor aún: ¿Qué me puede proporcionar energía? Seguramente, tus respuestas serán muy distintas.
Comer por placer no debe reservarse solo para los días complicados. Sin embargo, comer alimentos nutritivos y satisfactorios que te llenan de energía es totalmente diferente a comer algo pesado o azucarado. Te sientes mejor y te sienta mejor.
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Darse un capricho de vez en cuando no está mal
Comer algo dulce o un capricho sienta genial y sin duda deberías hacerlo, en ocasiones. Eso es disfrutar de la vida.
Lo interesante es que al acostumbrar a tu cuerpo a comer alimentos deliciosos, frescos y ricos en nutrientes, los alimentos procesados y muy azucarados te dejaran sin energía. Es cierto que, a veces, esto vale la pena y es una elección consciente, pero luego debes recuperar los hábitos alimentarios que te hacen sentir mejor.
Recuerda que si moralizas tu comida es probable que disfrutes mucho menos de las llamadas opciones «saludables» de lo que lo harías de forma natural, si no los hubieras etiquetado en tu subconsciente como algo obligado.
Y cuando te ofrezcan algo delicioso e indulgente, no te digas que te lo mereces, simplemente pregúntate si es lo que tu cuerpo necesita en ese momento en particular o no.
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