En los últimos años, la obesidad, definida tradicionalmente mediante el índice de masa corporal (IMC), se ha convertido en un desafío global para la salud pública. Sin embargo, mientras las tasas de obesidad aumentan, también lo hacen los esfuerzos por perder peso, incluyendo el uso de medicamentos de última generación para adelgazar. Pero, ¿realmente el peso corporal es el mejor indicador de salud? Según un reciente meta-análisis, la forma física o aptitud cardiorrespiratoria tiene un mayor impacto en la reducción del riesgo de mortalidad y enfermedades cardiovasculares que el peso.
Este hallazgo pone en cuestión el enfoque predominante de «bajar de peso para estar sano». Los investigadores han descubierto que las personas físicamente activas, incluso aquellas con sobrepeso u obesidad, tienen un riesgo significativamente menor de mortalidad en comparación con individuos sedentarios, independientemente de su peso corporal. Esta información abre la puerta a un cambio de paradigma: priorizar el movimiento y la actividad física en lugar de obsesionarse con la báscula.
Recuerda que en PuntoSeguro queremos que vivas mogollón y con buena salud. Por eso, en este artículo te contamos cómo la forma física se convierte en un indicador clave para la salud, cómo impacta en la reducción de riesgos de mortalidad y qué estrategias podemos adoptar para mejorar nuestra calidad de vida enfocándonos en el fitness, sin importar nuestra talla.
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La forma física como indicador clave de salud
En lugar de centrar toda la atención en el peso corporal, los expertos sugieren que debemos redirigir nuestro enfoque hacia la aptitud cardiorrespiratoria. Este indicador es un factor clave para predecir la longevidad y reducir el riesgo de enfermedades graves.
¿Qué es la aptitud cardiorrespiratoria?
La aptitud cardiorrespiratoria (acrónimo en inglés: CRF, Cardiorespiratory Fitness) se refiere a la capacidad del sistema cardiovascular y respiratorio para suministrar oxígeno a los músculos durante el ejercicio. En términos simples, es una medida de qué tan eficiente es nuestro cuerpo al llevar a cabo actividades físicas que requieren esfuerzo sostenido, como caminar rápido, correr o andar en bicicleta.
El principal indicador de la CRF es el consumo máximo de oxígeno, conocido como VO2max. Este valor se calcula durante pruebas de esfuerzo y mide cuánta energía puede producir nuestro cuerpo a partir del oxígeno que recibe. Cuanto más alto sea el VO2max, mayor será la capacidad de resistencia física y menor el riesgo de enfermedades asociadas al sedentarismo.
¿Cómo se mide la aptitud física?
Para determinar si una persona es «fit» o «unfit» (en forma o no), se utilizan pruebas que estiman el VO2max. Estas pueden ser directas, como pruebas en laboratorios médicos utilizando cintas de correr o bicicletas estáticas, o indirectas, mediante fórmulas basadas en el tiempo de ejercicio y la frecuencia cardíaca.
En el estudio revisado, se clasificó a los individuos como aptos si sus resultados en las pruebas estaban por encima del percentil 20 de su grupo de edad. Esto sugiere que no es necesario alcanzar niveles de élite; una mejora moderada en la actividad física puede tener un impacto significativo en la salud.
¿Por qué la forma física importa más que el IMC?
Aunque el IMC ha sido ampliamente utilizado para clasificar a las personas como normales, con sobrepeso u obesidad, no siempre es un reflejo preciso del estado de salud. Por ejemplo, alguien con un IMC alto puede ser metabólicamente saludable si realiza ejercicio regularmente, mientras que una persona con un peso «normal» pero sedentaria podría estar en mayor riesgo de desarrollar enfermedades.
El estudio mostró que las personas con un peso normal, pero sedentarias tenían hasta tres veces más probabilidades de morir por causas cardiovasculares o generales que aquellas con sobrepeso u obesidad que se mantenían activas. Esto pone en evidencia que la clave para una vida más larga y saludable no está tanto en cuánto pesamos, sino en cuánto nos movemos.
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Impacto de la forma física en la mortalidad
La relación entre la forma física y la longevidad es contundente: las personas físicamente activas tienen un riesgo significativamente menor de muerte por cualquier causa y enfermedades cardiovasculares, independientemente de su peso corporal. Esto cambia la narrativa habitual que asocia la salud únicamente con la pérdida de peso, mostrando que mantenerse en movimiento es el verdadero factor determinante.
El estudio revisado analizó datos de más de 398.000 adultos de diversas regiones y confirmó que aquellos clasificados como «fit», sin importar su índice de masa corporal (IMC), tenían riesgos de mortalidad similares entre sí. En contraste, las personas sedentarias mostraron hasta tres veces más riesgo de muerte, incluso cuando tenían un peso normal.
Un resultado especialmente sorprendente fue que las personas con obesidad pero físicamente activas tenían menor riesgo de mortalidad que aquellas con peso normal pero sedentarias. Esto refuerza la idea de que el ejercicio regular tiene un impacto positivo en la salud que va más allá del peso en la balanza.
La buena noticia es que no se necesita ser un atleta para obtener estos beneficios. Incrementos modestos en la actividad física pueden marcar una gran diferencia. Por ejemplo:
- Caminar a paso ligero durante 30 minutos al día, al menos cinco días a la semana.
- Subir escaleras en lugar de usar el ascensor.
- Incorporar paseos cortos después de cada comida.
- Participar en actividades recreativas como bailar o andar en bicicleta.
Estos pequeños cambios no solo mejoran la aptitud física, sino que también reducen de forma significativa los riesgos asociados al sedentarismo.
El análisis comparativo del estudio clasificó a los participantes en categorías según su IMC y forma física. Los resultados destacaron:
- Personas físicamente activas: ya fueran de peso normal, con sobrepeso u obesidad, tenían riesgos similares de mortalidad.
- Personas sedentarias: presentaron un riesgo elevado de muerte, incluso aquellos en el rango de peso considerado saludable.
Esta comparación subraya que el ejercicio es un factor clave que puede superar los efectos negativos asociados al exceso de peso.
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Obesidad, yo-yo dieting y la alternativa de la aptitud física
Los ciclos de pérdida y ganancia de peso, conocidos como «yo-yo dieting», son un problema común para quienes buscan reducir el peso corporal. Aunque inicialmente puede parecer una solución, este enfoque puede traer riesgos significativos para la salud y, a largo plazo, ser tan perjudicial como el exceso de peso. Frente a esto, la mejora de la aptitud física surge como una alternativa más sostenible y beneficiosa.
Los riesgos del yo-yo dieting
Perder peso rápidamente, solo para recuperarlo poco después, puede causar estragos en el cuerpo. Según el estudio, estas fluctuaciones repetidas están asociadas con:
- Aumento de riesgo cardiovascular: Los cambios bruscos en el peso pueden alterar la presión arterial y los niveles de colesterol.
- Deterioro metabólico: La pérdida y ganancia de peso frecuentes pueden reducir la sensibilidad a la insulina y aumentar la inflamación.
- Impacto psicológico: Estas fluctuaciones pueden generar frustración, estrés y un enfoque poco saludable hacia la alimentación y el cuerpo.
El resultado final es un círculo vicioso que no solo afecta el peso, sino también la salud general y la calidad de vida.
Beneficios de una actividad física constante
En contraste, mantener una rutina de ejercicio regular puede ofrecer beneficios tangibles y duraderos, sin necesidad de depender de dietas restrictivas. Algunos de los beneficios incluyen:
- Mejora del sistema cardiovascular: la actividad física fortalece el corazón y mejora la circulación.
- Regulación del metabolismo: El ejercicio ayuda a mantener un equilibrio saludable en los niveles de glucosa y lípidos en sangre.
- Bienestar emocional: El movimiento regular reduce el estrés y mejora el estado de ánimo, promoviendo una relación más positiva con el cuerpo.
Estos beneficios no dependen de una pérdida de peso significativa, lo que refuerza la idea de que ser activo es más importante que ser delgado.
Estrategias sostenibles para mejorar la forma física
Para muchas personas, la clave del éxito está en encontrar actividades que disfruten y puedan mantener a largo plazo. Algunas estrategias incluyen:
- Establecer objetivos realistas: comenzar con pequeños cambios, como caminar más o bailar en casa.
- Buscar compañía: hacer ejercicio con amigos o familiares para mantener la motivación.
- Elegir actividades variadas: alternar entre ejercicios aeróbicos, como correr, y actividades de fuerza, como yoga o levantamiento de pesas.
Estas estrategias permiten mantener la constancia y disfrutar del proceso, priorizando la salud en lugar de los números en la báscula.
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Implicaciones para la salud pública
Los hallazgos de este estudio no solo tienen relevancia individual, sino que también abren la puerta a cambios significativos en las políticas de salud pública. Al cambiar el enfoque de un modelo centrado en el peso a uno que priorice la aptitud física, se pueden obtener mejores resultados de salud a nivel poblacional y reducir los costos asociados con las enfermedades crónicas.
Las actuales directrices de salud suelen centrarse en la pérdida de peso como una medida principal para reducir riesgos. Sin embargo, este enfoque podría no ser sostenible ni efectivo para todos. La incorporación de objetivos relacionados con la actividad física, en lugar de la pérdida de peso, podría ser un paso transformador. Algunos cambios recomendados incluyen:
- Promover el ejercicio diario: incluir recomendaciones claras y prácticas para que las personas integren actividades físicas en su rutina.
- Reducir el estigma del peso: fomentar un enfoque en la salud y el bienestar, sin centrarse únicamente en la delgadez.
- Medir la aptitud física: incluir evaluaciones de la forma física, como pruebas de resistencia cardiorrespiratoria, en los chequeos médicos regulares.
Para que este cambio sea efectivo, es fundamental que las políticas públicas promuevan un entorno donde la actividad física sea accesible para todos. Algunas iniciativas clave podrían ser:
- Espacios públicos seguros: crear parques, pistas y áreas para actividades al aire libre que sean accesibles para toda la población.
- Educación en movimiento: introducir programas de educación física más completos en las escuelas, centrados en habilidades y disfrute en lugar de competencia.
- Incentivos para adultos: ofrecer programas subvencionados o gratuitos para fomentar la actividad física en el lugar de trabajo o en la comunidad.
A nivel personal, todos podemos comenzar a priorizar nuestra salud a través de pequeños cambios en nuestra vida cotidiana. Algunas recomendaciones son:
- Comenzar con caminatas diarias: Acumular al menos 30 minutos de actividad física moderada al día.
- Participar en actividades comunitarias: Unirse a clases de baile, yoga o grupos de caminata.
- Integrar el movimiento en el día a día: Optar por las escaleras, realizar estiramientos en el trabajo o caminar mientras hablamos por teléfono.
Estos cambios, aunque sencillos, tienen el potencial de transformar la salud y reducir significativamente el riesgo de enfermedades.
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No lo olvides: es la forma física, no el peso, lo que determina tu salud
La investigación respalda una idea clave que puede transformar nuestra percepción de la salud: la forma física importa más que el peso corporal cuando se trata de reducir el riesgo de mortalidad y enfermedades cardiovasculares. Este enfoque basado en la actividad física no solo es más sostenible, sino también más efectivo para mejorar la calidad de vida.
En lugar de obsesionarnos con la báscula y recurrir a dietas restrictivas, debemos centrarnos en movernos más, fortalecer nuestro cuerpo y disfrutar del proceso. Incluso actividades simples, como caminar a paso ligero, pueden marcar una gran diferencia. Además, este cambio no solo beneficia a nivel individual, sino que también tiene implicaciones importantes para las políticas de salud pública, promoviendo un modelo que priorice el bienestar general por encima de los números.
Es momento de repensar nuestras prioridades de salud. ¿Qué tal si dejamos de preguntarnos cuánto pesamos y empezamos a preguntarnos cuánto nos movemos hoy?
Este estudio fue publicado en el British Journal of Sports Medicine el 13 de noviembre 2024.
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